Hace 241 años entre la frondosidad
de la pampa pochana, cruzando caminos de herradura, -hilos comunicantes entre
parajes y ranchos diseminados entre la bravura serrana-, cabalgaban desde
diferentes puntos, los valientes moradores del Curato de Traslasierra con la
esperanza prendida en sus pechos. El lugar de reunión, Villa de Pocho.
Veinticinco días atrás, la
situación se había tornado irreversible. Los hechos se fueron encadenando:
primero, el descontento por el reemplazo del cura Simón Tadeo Funes y la
negativa de la feligresía a aceptar a su reemplazante, luego la resistencia de
los milicianos que suponían terminaría con su traslado compulsivo como
pobladores de la frontera sur; y por último, su negativa a realizar las
guardias en dicha frontera. Todo esto hizo que a comienzos de 1774 los
moradores se reunieran en juntas, y
se conformaran en lo que se llamó la voz
del común. De este modo, con objetivos claros presionaron en forma
organizada y con las armas en la mano para obtener sus reivindicaciones.
CONTEXTO HISTÓRICO
Las características particulares de
esta región y de la gente, impulsaron el desarrollo de estos acontecimientos. Traslasierra
se encontraba relativamente asilada de la cabecera de la jurisdicción por el
cordón montañoso de las Altas Cumbres, pero con una intensa vida económica como
lugar de invernada de mulas, con lazos económicos con el norte y con el oeste
de las sierras. Además, era una zona de densa población indígena antes de la
conquista y que desde muy temprano mostraron gran resistencia frente a los
abusos de los encomenderos.
Paralelamente a estas características, debemos considerar los enfrentamientos
que en ese entonces existían con las autoridades religiosas, militares y
políticas -diferentes miembros del Cabildo, alcaldes, alcaldes de la Hermandad jueces
pedáneos, comandantes de armas y curas-. Estas tensiones fueron utilizadas por
los sublevados a su favor.
Debemos recordar que en 1774,
Córdoba pertenecía al Virreinato del Perú, por
lo que el poder político estaba prácticamente en manos del Cabildo y las
camarillas locales. La sociedad cordobesa estaba polarizada principalmente por
la expulsión de los jesuitas, en 1767.
La sublevación del común.
El rechazo por parte de la
feligresía al nombramiento del cura encargado de la parroquia de Pocho en 1774
se dio en ese clima de crisis en general, y fue uno de los desencadenantes de
los conflictos que se sucedieron en Traslasierra. Pero lo que tuvo mayor
relevancia en esta sublevación fue la arbitraria política de control de la
población y los traslados forzosos a la frontera sur. “Las fronteras eran defendidas por los vecinos como milicianos y con
recursos siempre insuficientes. A eso se sumaban los traslados de familias
enteras como pobladores – los fuertes también eran denominados presidios – ya que
una de las formas era mandar allí a los reos”, “a ración y sin sueldo”, muchas
veces acompañados por sus familias. [1]
Según la investigación de Ana M
Puntas , existen múltiples testimonios, detallados en expedientes judiciales
que muestran el desarrollo de los acontecimientos, que dan cuenta que la causa
del levantamiento había sido el temor de
los milicianos a que los llevaran engañados para dejarlos desterrados y
sin cabalgaduras en el fuerte de Las Tunas. A través del siguiente relato
podemos imaginar la situación que vivían, determinándose el primer hecho
contundente de sublevación:
En abril de 1774, el Maestre de Campo Isasa había convocado a la gente a
reunirse en la Laguna de Pocho para de allí ir a “correr la frontera”. Fue
entonces que un soldado de mote Piquillín, habría saltado sobre la grupa del
caballo de Isasa, lo habría tirado al suelo y quitándole las armas lo llevaron
preso junto con dos de sus capitanes, al paraje de la Punta de Agua, al parecer
con intención de trasladarlo a San Luis de la Punta.”[2]
Con el apresamiento de Isasa por
parte de “el común”, las autoridades de Córdoba designan al Maestre de Campo
General de la Plaza don Juan Tiburcio de Ordóñez, Alcalde de la Hermandad, como
Comisionado para pacificar a los revoltosos. Ordoñez partió hacia Traslasierra
con 47 soldados, un capitán, cuatro sargentos y un cabo. El 23 de abril, en el
paraje de La Ciénaga, envió una nota a los apellidados el común, para que
volvieran a la tranquilidad, y mientras estuvieran subordinados serán oídos.
Durante cuatro días, circularon
cartas y esquelas entre Ordoñez, el juez pedáneo Tordesillas y el cura
Rodriguez por un lado, y Basilio Quevedo por el otro; hasta que el 28 de abril de 1774, en Los
Chañares, el común con Basilio Quevedo a la cabeza, proceden a la entrega de una petición de ocho
puntos :
1- Destierro de Isasa y de Tordesillas, dándoles un mes
para que abandonaran la jurisdicción, junto con sus familias y bienes. Ordoñez
acordó pero extendió el plazo a Isasa
por tres meses.
2- “no ha de governar este valle ningún hombre europeo…” a lo que
Ordónez agregó “….sin perjuicio de las facultades del Cabildo…”relativizando el
alcance de lo solicitado.
3- “…no combiene que haiga maestre de campo en este valle…”
Ordoñez aceptó pero agregó “ … sin que se entienda contravenir a las
disposiciones de los gobernadores de esta provincia…”
4- Que fuera el Sargento Mayor Quevedo el que nombrara a
los capitanes y que quedara a su disposición “…quitar y poner otros al gusto de
su gente…” Ordoñez otorgó pero agregó que Quevedo debía presentarle la
lista de los designados para que “…por el gobierno de Armas si conviniese, se
le despachen los títulos…”
5- El común pedía que se les extendieran facultades a los
capitanes para que pudieran “… entender en lo civil cada uno entre su gente, y
que ningún Juez pueda entrar sin pedir auxilio a los capitanes o jefes de su
compañía…” y que “…haciéndolo se lo
darían…” Ordoñez alegó no tener facultades para otorgar esto, ya que
lo eran del Cabildo ….
6- Que el Sargento Mayor Diego Moreno no pudiera ejercer
ningún cargo, lo que fue otorgado
7- Que se les dieran las armas que tenían pagadas a Isasa,
quien había recibido su importe en plata y caballos, agregando
Ordoñez que lo haría una vez que “….se hubiera sosegado el común se retire cada
qual a su casa…”
8- El pedido general para que nos se los culpe a ninguno
ni haia cargo ninguno tiempo haber levantdo este común de voz pública lo
levanto el Maestre de Campo Don Joseph de Isasa como consta por los señores
vicarios: común”[3]
Al culminar
el encuentro, Ordoñez garantizó lo firmado como Maestre de Campo firmando el
tratado con dos testigos, y una vez visto lo que se les concedía, los del común
“…. Se dieron por satisfechos y rindiendo las armas prorrumpieron en vivas al
rey afirmando estar dispuestos y rendidos y obedientes a cuanto se les mandase…”[4]
Además aceptaron devolver las armas que habían quitado a Isasa y Tordecillas.
Apunta Ana
Inés Puntas que Ordoñez permaneció en Traslasierra, y desde finales de abril
hasta mediados de julio levantó sumarias informaciones a vecinos y a
participantes de las “juntas”, lo que evidenciaba su falta de intención de
respetar lo firmado, y que no daba por terminado el conflicto.
Fueron
muchos los protagonistas de este hecho histórico, hombres sufridos y oprimidos
que dejaron su huella indómita en la inmensidad de la pampa desde Ambul, Panaholma,
Nono, Las Tapias, y de tantos lugares diseminados por el valle de Traslasierra,
hoy sólo nos ha quedado un puñado de nombres.
Valientes
serranos hoy los homenajeamos haciéndolos surgir del olvido como ejemplo de
valentía, de honor, de entrega y en defensa por la dignidad.
Basilio Quevedo
Eugenio Heredia
Cipriano Hurtado de Lara
Bartolomé Gallardo
Manuel Gallardo
José Cuello
Francisco Rivarola,
Bernardo Urquijo
Luis Arana
Mateo Cejas,
Inocencio Villafañe
Pedro Juan Balla
Domingo Olmedo
Ignacio Núñez
Ignacio Quevedo
Policarpo Cuello
Agustín Olmedo
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