El siglo
XXI va marcando nuestros pasos, nuevas generaciones toman protagonismo
construyendo su propia historia, pero qué es un pueblo desconocedor de su
pasado? ¿Cuántas veces caminamos por este suelo pochano admirando la belleza del
paisaje, preguntándonos qué hicieron nuestros antepasados para hoy disfrutar de
tanta maravilla? Buscar nuestra propia historia, es buscar nuestras raíces,
nuestra esencia para tener en claro qué somos, adónde vamos y qué queremos de
nuestro lugar.
Quiero
invitarlos a volar en el tiempo, de la mano de trabajos realizados por
historiadores que en su momento dejaron testimonio a través de los escasos
datos que pudieron obtener, sobre los orígenes hispanos en nuestro
departamento.
Debemos
tener en cuenta que la raza originaria poco a poco, fue desvaneciéndose ante la
llegada de los españoles, y lo que antes fuera una región de intenso
intercambio entre las diferentes etnias, esta situación se revirtió cuando se
vio atravesada por una nueva cultura que tomó posesión de las tierras que hoy
transitamos.
Nuevamente
cito a Víctor Barrionuevo Imposti[1] transcribiendo
un fragmento del Capítulo VII POCHO, MOGIGASTA, AMBUL Y MUSSI
No son muchos los datos que tenemos de los orígenes
hispanos de Pocho. Sabemos que en 1660 (o en el siguiente), don Diego
Albarracín pidió al gobernador Gerónimo Luis de Cabrera el pueblo de Pocho; de
donde se infiere que estaba vacante.
A fines del siglo XVII este paraje perteneció –al
menos parcialmente- a don Miguel de Brizuela, según una carta suya de 1694,......
Otro nombre –desvinculado del anterior- nos ha dejado
el siglo XVII: Juan Clemente Bigorria dueños de la “Estancia y Rezzos de
Pocho”. Sus herederos cedieron esta propiedad, en pago de ciertas deudas, al
Dr. José Ignacio Toledo Pimentel y su hermano el Capitán Estanislao de Toledo
Pimentel. Este, que sobrevivió y heredó al primero, vendió a su vez la parte
principal de la estancia en diciembre de 1746 a doña Flora Brizuela, y su
sobrina Antonia González Carrizo por 400 pesos plata sellada. Días antes
habíanse desglosado y vendido las tierras de Mogigasta y Sauce,……
Continúa
Barrionuevo Imposti más adelante [2]:
Al sur de Pocho estaba el paraje de Mogigasta. En 1732
solicitó esas tierras el teniente Juan Martín Moreno, que ya las poseía desde
10 años atrás. Les fueron adjudicadas a fines de 1737 por el gobernador. “Hago
merced Real – dice el decreto – de las tierras de el paraje llamado Mogigasta
en el dho Valle de Salsacate que se contienen entre los linderos de pocho ala
parte de Norte y pachango a la parte del Sur mediante dho Mogigasta y ala parte
del Oriente dos leguas y a la del poniente hasta las caídas del monte más de
legua para que las aya y gose…” [3]
Sin embargo, los Toledo Pimentel, dueños de Pocho,
promovieron en 1755 un deslinde de su propiedad, abarcando también el paraje de
Mogigasta y Sauce; ante lo cual, considerándose despojado, Moreno protestó,
infructuosamente, al parecer.
En noviembre de 1746 el Capitán Estanislao Toledo
Pimentel venció esas tierras al Capitán Francisco Calderón, por 500 pesos “de a
8 reales”. Los papeles de venta indican hasta dónde llegaba aquella propiedad.
Para el lado de Pachango llegaba hasta los confines de
la estancia. Para la sierra “todo lo que tuviera hasta las caídas del monte, y
para la laguna otra legua y para la parte de Pocho hasta el lindero y mojón que
el dicho juez puso en la mensura que
hizo de una legua cogiendo por centro la capilla vieja de Pocho hasta
donde dio una legua y de dicho mojón cogiendo el rumbo y deresera a la sierra
que cae al lado, las cuales son las tierras de Mogigasta y Sauce”[4]
Seguramente
a esta altura, muchos de los habitantes de este departamento habrán
identificado el espacio geográfico que se describe, teniendo en cuenta que en
ese tiempo, la veta agrícola ganadera todavía no había sido explotada, quedaba
mucho tiempo para que a través del arribo de los inmigrantes comenzara la
transformación del hábitat natural. Lo que si debemos tener en cuenta que los
colonizadores que tuvieron arraigo en el Valle de Traslasierra dieron impulso a
la economía regional, acentuando la productividad de la tierra y el ritmo de
trabajo.
Por ejemplo
Diego de Funes fue un exponente de esa labor civilizadora en las tierras de
Mogigasta y Chancaní, donde según Barrionuevo Imposti[5] “tuvo a sus indios quietos y pacíficos y sacó
acequias en el dicho pueblo e plantó algarrobales e hizo huertas e tuvo telares
e hilaban y texían…..e tenían ganados”.
Fue así que
al final el siglo XVIII el valle de Traslasierra se había transformado en una de las zonas más ricas
y pobladas de la campaña cordobesa.