Al cierre de la jornada, las banderas flameando con el viento frío de la pampa pochana, Isabel Lagger tomó la palabra. Fue un momento de silencio respetuoso, con el espíritu expectante, pues el público esperaba la entrega de la novela inspirada en esta tierra del oeste cordobés.
Así se expresó la escritora:
Hace un
año me presenté aquí gracias a la invitación de Compromiso Pochano, Las Voces
del Común y Bibliotecas Rurales Argentinas para recordar algo que había
sucedido en este lugar.
Hace un
año, en un conmovedor encuentro, todos juntos cantamos el Himno Nacional, izamos
la bandera, recibimos la visita de alumnos de distintos niveles y miembros de distintas
agrupaciones gauchas, como así también del señor juez de paz, y por supuesto, de una multitud de vecinos que
saludaba alborozada a sus héroes olvidados. Y hasta bailamos nuestras danzas.
Hace un
año conté una historia recién desempolvada que algunos acababan de descubrir.
Hace un
año dije que tenía escrita una novela sobre el tema y que esperaba que la
editorial la vistiera de libro.
Hace un
año prometí que vendría a presentarla en este mismo lugar, y en eso estoy.
Es
increíble cómo una chispa encendida hace once años con un artículo periodístico
se convirtió en compromiso pochano. Por eso renuevo mi emoción esta tarde,
auxiliada con apuntes, para de no olvidar detalles sustanciales que me gustaría
sean bien resguardados.
Mi
novela, como toda novela, tiene personajes reales y personajes imaginarios pero
todos son creíbles porque contribuyen a darle veracidad a su trama. Podría
describirles a Tomás Batalla o a su madre, Rosalía, o al indio Pastor Bustos, o
al hermano Nicolás pero prefiero destacar a quienes dejaron sus apellidos
grabados a fuego en esta región luego del movimiento que se dio en llamar “la
Revolución del Común”: Basilio Quevedo, Cipriano Hurtado de Lara, Bartolomé y
Manuel Gallardo, José Cuello, Francisco Rivarola, Bernardo Urquijo, Luis Arana,
Mateo Cejas, Inocencio Villafañe, Pedro Juan Balla, Domingo Olmedo, Ignacio
Nuñez y Eugenio Heredia. Y sé que estoy dejando de lado otra lista tanto o más
importante en el anonimato.
¿Por qué
menciono a esos pocos entonces? Porque comienzo al revés, desde el final, desde
el momento en que ellos soportaron el encierro y malos tratos durante más de un
año antes de que se dispusiera su destino, su condición de mártires.
Mártires
entre los comuneros.
“La
historia la escriben los que ganan” dice una canción, y así debe ser nomás
porque esta historia quedó sepultada durante mucho pero mucho tiempo pero, por
simple cuestión de justicia, hoy está tan viva que tiene ganas de renacer.
Y ustedes
tienen la palabra.
Hace 241
años un puñado de vecinos obtuvo un triunfo incomparable al firmar el llamado
“Pacto de los Chañares”. El primer documento jurídico pre revolucionario que se
conoce. Anterior a muchos acontecimientos que nos cuenta la historia patria.
Ese Pacto se selló gracias a la valentía de los abuelos de sus abuelos y fue
rubricado por una autoridad virreinal que venía a sofocar al movimiento revolucionario
en marcha.
¿Qué
pedían esos viejos vecinos?
-
Que se fueran
las autoridades coloniales, representadas entonces por un maestre de campo y un
juez pedáneo.
-
Que no enviaran
nuevos maestres de campo ni jueces.
-
Que no querían a
ningún hombre europeo ejerciendo cargos públicos.
-
Que les
entregaran las armas pagadas durante años, sin nunca recibirlas.
-
Que las familias
de las autoridades coloniales debían abandonar la región en un plazo
determinado.
-
Que los
comuneros designarían a sus jefes y la renovación de cargos se haría
periódicamente según criterio general.
-
Y, dato
sumamente importante, que si debían ser sancionados por la sublevación iniciada
que se los incluyera a todos, porque juntos habían formado lo que se llamó “el
común” y era “el común” responsable por todos.
¿Imaginan
lo que significó aquello en 1774? ¿El grado de valor que debieron demostrar esos
hombres para imponerse a un gigantesco virreinato de instituciones corruptas y
mal administradas?
Un logro
incomparable.
Claro, dirán
ustedes, la ilusión duró poco. No puedo negarles razón pero así y todo, ellos
abrieron una brecha antes que otros pueblos; y resulta injusto que los libros
de historia argentina no incluyan estos acontecimientos entre sus páginas. Asignatura
pendiente que algún día se corregirá.
Se han
realizado gestiones para enmendar el error, hemos escrito esta novela, se hizo
ruido en las redes sociales y en los medios de comunicación sobre el tema,
rubricado por este acto que fue organizado por sangre joven, sinónimo de
presencia actual y garantía de futuro. Porque como la gota que horada la piedra
con su persistencia, estoy convencida de que seguirán tratando el tema cuantas
veces lo crean necesario para sumar nuevas voces, que tal vez ahora suenen
bajito todavía pero un día se volverá clamor y nadie olvidará a los comuneros
de Traslasierra. Y entonces, ustedes en primer lugar, y los argentinos en
general, habremos cumplido con la cuota de responsabilidad que debíamos asumir.
Yo les
entrego una novela y una serie infinita de puntos suspensivos que ustedes
llenarán como mejor le parezca.
Muchas
gracias.
Isabel Lagger
Escritora
No hay comentarios:
Publicar un comentario